El Describidor


Literatura de la libertad individual: Simone de Beauvoir (Francia, 1908 – 1986)
febrero 2, 2008, 1:22 pm
Filed under: Cultura, Sensualidad

simone-de-beauvoir-1952-elliott-erwitt.jpg

Nacida en una familia burguesa, Simone de Beauvoir fue educada según la sólida moral cristiana. Cuenta en sus memorias la fuerte impresión que le causó, en su juventud, descubrir el ocaso de la religión: dejar de creer en Dios era asumirse plenamente responsable de su propias elecciones. En 1929, después de conocer a Jean Paul Sartre en la Sorbona, donde ambos estudiaban filosofía, se unió estrechamente al filósofo y su círculo (entre los que se encontraba Paul Nizan, autor de Aden-Arabia). Con el tiempo, crearon entre ambos una relación que les permitía compatibilizar su libertad individual con la vida en conjunto.

Simone de Beauvoir fue profesora de filosofía hasta 1943 en escuelas de diferentes lugares de Francia, como Ruán y Marsella, hasta que la ocupación alemana en París, a causa de la Segunda Guerra Mundial, la alejó para siempre de la enseñanza. Durante ese periodo vivió en la ciudad tomada, e integró el movimiento de la Resistencia Francesa. En su primera novela, La invitada (1943), exploró los dilemas existencialistas de la libertad, la acción y la responsabilidad individual, temas que aborda igualmente en novelas posteriores como La sangre de los otros (1944) y Los mandarines (1954), novela por la que recibió el Premio Goncourt; la cual se considera la más importante de todas sus obras.

Las tesis existencialistas, según las cuales cada uno es responsable de sí mismo, se introducen también en una serie de obras autobiográficas, cuatro en total, entre las que destacan Memorias de una joven de buena familia (también conocida como Memorias de una joven formal) (1958) y Final de cuentas (1972). Sus obras ofrecen una visión sumamente reveladora de su vida y su tiempo. Entre sus ensayos escritos cabe destacar El segundo sexo (1949), un profundo análisis sobre el papel de las mujeres en la sociedad y la construcción del rol y la figura de La Mujer; La vejez (1970), centrada en la situación de la ancianidad en el imaginario occidental y en donde critica apasionadamente la marginación y el ocultamiento, y La ceremonia del adiós (1981), polémica obra que evoca la figura de su compañero de vida, Jean Paul Sartre.

Bibliografía

Novelas

  • La invitada (1943)
  • La sangre de los otros (1945)
  • Todos los hombres son mortales (1946)
  • Los mandarines (1954). Ganadora del Premio Goncourt
  • Las bellas imágenes (1966)
  • La mujer rota (1968)
  • Cuando predomina lo espiritual (1979)

Ensayos

  • Para qué la acción (1944)
  • Para una moral de la ambigüedad (1947)
  • El existencialismo y la sabiduría popular (1948)
  • El segundo sexo (1949)
  • El pensamiento político de la derecha (1955)
  • La larga marcha (Ensayo sobre China) (1957)

Memorias

  • Norteamérica día a día (1948)
  • Memorias de una joven formal (1958)
  • La plenitud de la vida (1960)
  • La fuerza de las cosas (1963)
  • Una muerte muy dulce (1964)
  • La vejez (1970)
  • Final de cuentas (1972)
  • La ceremonia del adiós (1981)

Teatro

  • Las bocas inútiles (1945)

Fuente: Wikipedia


6 comentarios so far
Deja un comentario

Gracias describidor por traer a su blog a Simone y a Marguerite, dos de mis preferidas y dos referentes para cualquier mujer que quiera escribir, pensar, vivir y amar.

¿Trajo usted también a Anais Nin? El verano me pone distraída y ahora que la menciono recuerdo:

El problema con las mujeres inteligentes es que cuando se enamoran ya nunca más pueden escribir cartas (Anais Nin)

Comentarios por Niée

Anais Nin está más atrás. Y seguirán apareciendo mujeres inteligentes en El Describidor, de esas que no pueden escribir cartas… y que llevan consigo la incapacidad de enamorarse.

Comentarios por cardume

Se equivoca usted señor describidor, Anais Nin quería adecuadamente a su marido (Hugo) y sentía una gran debilidad por Henry Miller. Ambos sentimientos, los estimo muy parecidos al amor.

Marguerite Yourcenar amó a la mujer con la que compartió mchos años de su vida y se enamoró como una loca de un hombre joven cuando ésta murió.

Y en cuanto a Simone, tengo toda la impresión que Sartre fue el amor de su vida.

Las mujeres inteligentes se enamoran, pero después de un tiempo ya no pueden escribir cartas a su amor, tal vez porque prefieren escribir novelas.

Comentarios por Niée

Yo creo que la que se equivoca es usted, estimada Negada: esta confundiendo el sentimiento del amor, que conlleva entrega y transformación del yo en un nosotros, con la sublimación del afecto por si mismos a través de un tercero aceptable para su propio ego o necesidades. Para proseguir esta discusión tendríamos que comenzar por definir el concepto del amor ¿no le parece? Quizá, para los casos en discusión, sería más conveniente definir el estado de soledad.

Comentarios por cardume

No traduzca el nombre,se lo ruego, es así, en este caso prevalece el sonido, no el concepto en una lengua que no es la mía.

Tiene razón, hay que definir el amor, pero mi modestia me impide aventurar ideas, prefiero citar a otras personas que me interpretan. Por ejemplo, Marguerite Yourcenar lo relaciona con la simpatía (sentir con otros) y el respeto (sentimiento de la libertad del otro, la aceptación sin ilusiones, sin hostilidad por un ser tal como es). Esa idea me recuerda a Unamuno quien considera la compasión como la forma más elevada de amar.

Volviendo a Yourcenar, ella ha dicho también que parece existir un gran malentendido, ya que en la mayoría de los casos se considera el amor como una forma de dominación que se revela en el instinto generalizado de los celos.

Ese disfraz se le aplica al amor por decoro o por pudor, y cómo no, si en mi opinión no hay nada más indecoroso que los celos o la posesión.

Yo definiría el amor entonces de una manera platónica. Hay uno, el que vivimos cotidianamente y que yo lo llamaría «un simple malentendido», y hay otro, cuya esencia es la simpatía, ese está muy alto, por allá lejos en el Topus Uranus.

Comentarios por Niée

Fué una impertinencia de mi parte; nunca volverá a suceder. Serás siempre Niée.

Y aunque me hubiera gustado seguir el confronte de ideas, tan enriquecedor ante tal contendiente de tal valor intelectual, debo reconocer que le encuentro razón: existe el amor necesario a la supervivencia de la relación, que alcanza hasta a los ámbitos materiales y que se nutre de la cotidianeidad, y existe el amor de la complementariedad y de la simpatía, que no exige más que la atención necesaria y pertinente a cada objetivo de cada participante. En el primero, es necesaria la ontología del YO y el NOSOTROS; en el segundo, basta con el conocimiento, la comunicación, la empatía. En el primero hay que ceder y saber ceder; en el segundo, basta con saber comprender.

De todas maneras, pienso que el primero es el que crea fortalezas; el segundo lo encuentro vacuo y hasta sofisticadamente artificial.

Comentarios por cardume




Deja un comentario